La listeriosis es una enfermedad causada por la bacteria Listeria monocytogenes. La persona infectada puede permanecer como portadora asintomática si posee un sistema inmunitario capaz de luchar contra las bacterias, pero en otros casos, el paciente con listeriosis presentará algunos síntomas que podrían ser potencialmente mortales si no se tratan adecuadamente a tiempo.
Es un microorganismo de distribución universal, relativamente resistente a la refrigeración, sequedad y calor extremo. Los principales reservorios son el suelo, el forraje, el agua, los silos y el tracto gastrointestinal de las aves, los peces y los mamíferos, incluido el hombre. La infección generalmente se adquiere mediante la ingestión de alimentos contaminados, aunque la fuente no siempre puede identificarse.
La mayoría de los casos de listeriosis están asociados con la ingestión de carne cruda no pasteurizada, pescado y verduras y productos lácteos; Además, se han descrito brotes con diferentes preparaciones de quesos, embutidos, pates, helados y, en general, productos refrigerados, sin requisitos de cocción o calentamiento antes del consumo. Los recién nacidos generalmente adquieren la infección verticalmente, a través de la placenta o el canal del parto infectado.
El tratamiento inicial inadecuado de la meningitis debido a Listeria está asociado en algunos estudios con un aumento de la mortalidad, por lo que la guía empírica en pacientes inmunodeprimidos y en adultos mayores de 60 años debe incluir cobertura contra este microorganismo. Según otros estudios, la evolución ha sido independiente del tratamiento utilizado, por lo que parece que el pronóstico está más relacionado con la situación del paciente con listeriosis.
La mayoría de los antibióticos, incluidas las penicilinas, actúan contra L. monocytogenes. Los aminoglucósidos, glucopéptidos y cotrimoxazol son bactericidas.
Las cefalosporinas no son activas y son una prioridad a tener en cuenta en la cirrosis con peritonitis y en el tratamiento empírico de la meningitis.
Este patógeno intracelular tiene una gran capacidad para eludir los mecanismos de defensa del huésped y lograr la persistencia.
Como regla general para el tratamiento de la listeriosis, las dosis altas se utilizarán durante un tiempo prolongado, siempre teniendo que identificar la guía según el tipo de paciente y la evolución.
La elección recomendada para infecciones en el sistema del sistema nervioso central es la ampicilina asociada, al menos, y si la función renal lo permite, los primeros 10 días, a la gentamicina, ya que a pesar de su poca concentración en el líquido cefalorraquídeo, la combinación es sinérgica. Aunque esta potenciación es solo extracelular y actualmente existen dudas sin solución sobre si esa sinergia tiene importancia clínica.
También existe una sinergia con ampicilina y cotrimoxazol (este último con mayor difusión hematoencefálica que gentamicina), con al menos una eficacia superponible y probablemente mayor, así como un menor riesgo de nefrotoxicidad (se refiere a toxicidad renal). Otra posible combinación para la listeriosis es el cotrimoxazol más rifampicina, o el cotrimoxazol aislado. Estas mismas pautas se recomiendan en endocarditis y otras formas graves, y en infecciones en pacientes inmunodeprimidos o en recién nacidos.
En mujeres embarazadas, la ampicilina es la mejor opción para la listeriosis. Como alternativa, se puede usar el cotrimoxazol, excepto en el primer trimestre y en el último mes.
Levofloxacina, meropenem y linezolid también están activos. Específicamente, el meropenem, aunque también es bacteriostático, tiene una excelente actividad y podría usarse en monoterapia. La eficacia de la vancomicina es irregular. Aunque algunos han recomendado el uso de claritromicina y doxiciclina en bacteriemia aislada, nunca deben usarse a menos que no se puedan usar otros antibióticos de listeriosis porque son bacteriostáticos, su actividad intrínseca es deficiente y se ha descrito resistencia.
Algunos antibióticos de listeriosis que carecen de actividad in vitro podrían ser eficaces in vivo, como parece ser el caso de la fosfomicina. No hay ensayos clínicos a este respecto, y es difícil que se pueda poner en marcha, entre otras causas, por la baja incidencia de la enfermedad.
La resistencia no parece ser un problema en el tratamiento de la listeriosis, aunque existen cepas resistentes al cotrimoxazol, tetraciclinas, carbapenems y gentamicina.
Conclusión
El tratamiento adecuado de la listeriosis implica el uso de antibióticos, que pueden usarse en monoterapia o combinarse para obtener mejores resultados. Las dificultades del tratamiento no se derivan de los mecanismos de resistencia adquirida, sino de las características de las bacterias (persistencia y tolerancia) y de los pacientes (inmunodeprimidos o debilitados).
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